martes, 8 de mayo de 2007

PUERTO GABOTO. HISTORIA

EL PRIMER PUEBLO DE LA ARGENTINA

“La historia argentina comienza con estas maravillas. No hay en la historia del mundo un país que tenga unos orígenes tan sorprendentes, tan envueltos en misterios bíblicos y en las profundidades indias como la historia argentina. Tharsis, Ophir, La Sierra y el Río de la Plata".

Enrique de Gandía. (LA NACION, octubre 1977)


Y fue precisamente en esa tierra feracísima, encerrada entre el Carcarañá y el Coronda, asiento del primer fuerte, Sancti Spíritus, fundado por Caboto, donde se sembró un puñado de semillas de trigo, que permitieron recoger dos cosechas; las primeras cosechas de trigo levantadas en todo lo que es hoy nuestra patria.
La conmemoración de los 450 años de la fundación de Sancti Spíritus, reclama una trascendencia nacional …


A. Zapata Gollán (EL LITORAL, junio 1977)


“Como vemos, el solitario rincón del Fuerte Sancti Spiritus, fue tierra de alumbramiento: evangelio, raza, agricultura y, para que nada le falte a la gesta, hasta los dolores de la tragedia padeció. Todo eso hace acreedor al solar de la antigua colonia, a los honores del monumento recordatorio del primer episodio triguero en potencia en suelo argentino, y que la opulencia de Santa Fe, que es la riqueza del trigo, no puede olvidar los orígenes modestos del cereal que le dio prestigio y fama de granero del Paraná. Sea un azar del destino (Gaboto) con el correr de los siglos, el hecho real es que aquellas pocas espigas que dorara el sol de diciembre de 1527 fueron precursoras de la grandeza económica de nuestra patria, por lo que no hay que olvidarlas”.

Báez, J. R.: "La Primera Colonia Agrohispana en el Río de la Plata - Sancti Spiritus, cuna de la Agricultura Platense",
en Revista Argentina de Agronomía Tomo II - 1944.



Es primordial destacar la capital importancia de la creación del pueblo y fuerte Sancti Spiritus, que el desconocimiento general ha eclipsado, basado en el esplendor de otras fundaciones, y en la natural sencillez y humildad del gabotero.
Hay que señalar un orden ignorado de prioridades de hechos, actos e instituciones que constituyeron verdaderos hitos de nuestros orígenes: la desembocadura del Carcarañá fue el nacimiento de la raza argentina con los primeros mestizajes; se dio allí la primera misa estable y se construyó el primer oratorio del Río de la Plata (FRANCISCO GARCIA, el primer clérigo), la Cruz de los Navegantes, que fue implantada por GABOTO fue el primer signo de evangelización en esta parte de América; el principio de la riqueza agrícola país se inicia con la primera siembra y cosecha de trigo hecha y recogida en 1527 (tarea encomendada a SEBASTIAN DE REYNA); la experiencia explorativa de GABOTO dio lugar a la posterior expedición de PEDRO DE MENDOZA; en el Fuerte Sancti Spiritus se dio la primera organización judicial en este territorio con sentencias penales en favor de la protección del indio y funcionaron los organismos auxiliares de la justicia tales como los alguaciles (oficiales de justicia), tenedor de bienes de difuntos y martillero; el régimen municipal comenzó con el repartimiento de tierras; tres médicos tenían a su cargo el sector sanitario de las naves, del puerto y del fuerte; por vez primera, en un astillero del lugar, se construyó el bergantín “San Telmo”, un bergantinejo, algunas barcas y además canoas para el intercambio con los aborígenes; en 823 días de vigencia aquel enclave fue irradiante de los atributos de una nueva civilización. Con la llegada de MENDOZA y fundación del Fuerte de la Buena Esperanza en las inmediaciones se solucionó la crisis alimentaria de Buenos Aires y se dieron los pasos para la fundación de la Asunción del Paraguay desde donde vendría 50 años después JUAN DE GARAY.
En Puerto Gaboto se produce la unión del mar del Sur (Pacífico) con el mar del Norte (Atlántico) mediante los hombres de la entrada del Perú capitaneados por DIEGO DE ROJAS, y FRANCISCO DE MENDOZA que llegó hasta Gaboto. En ese momento se produjo el primer entendimiento hablado en castellano aljamiado entre los caciques del lugar y FRANCISCO DE MENDOZA. Años después JERONIMO LUIS DE CABRERA (Fundador de Córdoba) funda allí el Puerto San Luis de Córdoba. Son variados los hechos primigenios que dan validez histórica a Puerto Gaboto, sin considerar que el inicio de la literatura argentina data de 1528 con la kilométrica carta que LUIS RAMIREZ envía a sus padres haciendo la crónica de la expedición, y allí nacen también los más fabulosos mitos, leyendas o historias de la conquista como son el episodio de sacrificio de LUCIA MIRANDA y el de las ciudades encantadas de los Césares protagonizado esta última por el Capitán FRANCISCO CESAR, lugarteniente de SEBASTIAN GABOTO.



LA EXPEDICION DEL NAVEGANTE Y CARTOGRAFO SEBASTIAN GABOTO


Se ha escrito mucho sobre la desobediencia de Gaboto a Carlos V,  ya que en lugar de ir a las Molucas decidió internarse en el Paraná, pero en mi opinión no hizo más que interpretar el espíritu de las instrucciones del emperador, pensando que iba a encontrar en América lo que se le había mandado buscar en Oriente.
Pero es cierto también que mi opinión es interesada, porque el fuerte de Sancti Spiritus fue fundado, casi sin ninguna exageración, enfrente de mi casa.


Juan José Saer (El río sin Orillas)



Sebastián Gaboto, Capitán General y Piloto Mayor del Reino de España, nació en Venecia, el 20 de enero de 1479, hijo de Juan Gaboto, genovés de origen, descubridor del norte de América por mandato de Enrique VII de Inglaterra. Profundo conocedor de las artes náuticas, se rodeó de eficaces colaboradores para emprender su gran empresa sudamericana y trajo consigo a calificados compañeros españoles de Andalucía, Aragón, Asturias, las dos Castillas, Cataluña, Extremadura, Galicia, León, Navarra, Países Vascos, Valencia, Islas Baleares y Canarias, y a sus treinta italianos, además de súbditos de Alemania, Córcega, Escocia, Grecia, Hungría, Inglaterra, Irlanda, Países Bajos, Portugal y Esclavonia. (como anticipando corrientes inmigratorias posteriores y nuestra identidad de crisol e razas).
El 3 de abril de 1526 zarpó del puerto español de San Lucar de Barrameda una expedición de poco más o menos 210 hombres al mando del Piloto Mayor del Reino y Capitán General Sebastián Gaboto. La armada con destino a las Molucas, al Catayo (China) o Cipango (Japón) hacia la Especería, estaba formada por cuatro naos: la “Santa María de la Concepción” al mando de Sebastián Gaboto; la “Santa María del Espinar” al mando del Capitán Rodrigo Caro; la “Trinidad” capitaneada por Francisco de Rojas y la carabela “San Gabriel” dirigida por el Capitán Miguel de Rifos.
Recorrieron la costa del Brasil, de Pernambuco hacia el sur, y al encontrarse con naúfragos de expediciones anteriores (especialmente la de Solís), se anoticiaron de la existencia de tierras maravilosas: la Sierra del Plata, el Lago donde dormía el Sol y el Imperio del Rey Blanco. (que realmente eran el cerro Potosí, el lago Titicaca y el Imperio del Inca -Perú-). Luego de algunas discrepancias abandonaron el proyecto inicial y pusieron proa hacia la entrada del río de Solís, golfo de Santa María, el 23 de febrero de 1527. Penetraron en este río y se detuvieron luego en “San Lázaro”, del río Uruguay. De allí las naves de mayor calado, la “Santa María del Espinar” y la “Trinidad” fueron conducidas por el capitán Grajeda a un lugar sobre el río Uruguay que llamaron “San Salvador” o “Puerto de las Naos”.
Gaboto y el capitán Miguel de Rifos entraron al Paraná el 8 de mayo de 1527 por la boca del Paraná de las Palmas conduciendo la carabela “San Gabriel” y la galeota “Santa Catalina”. Durante su permanencia en el puerto de los Patos la armada levantó a varios tripulantes náufragos de la expedición de Juan Díaz de Solís para que le sirvieran de lenguaraces. En San Lázaro embarcaron a Francisco del Puerto un ex grumete también de Solís, quien los condujo a la boca del Carcarañá, probable camino a la Sierra de la Plata.
Al llegar al Carcarañá el 9 de junio de 1527, Sebastián Gaboto fundó sobre la margen izquierda de ese río, donde actualmente se asienta Puerto Gaboto, a varios centenares de metros de la desembocadura, el fuerte de “Sancti Spiritus”.
Allí vivieron pacíficamente con los aborígenes, construyeron el bergantín “San Telmo”, sembraron trigo por primera vez en nuestro territorio.
Todos ellos construyeron, vivieron y defendieron el Fuerte “Sancti Spiritus”, la perla más antigua e histórica, y en casi tres años de asentamiento (823 días) se unieron con la savia y sangre de la tierra del mayor centro de cosmopolitismo aborigen formado por Timbúes, Caracaraes, Corondas y Guaraníes. Resultó de esta mezcla la creación del alma de la raza argentina. La tripulación extranjera, especialmente la que arrojó en el surco la primera semilla de trigo, fue premonitoria de la pampa gringa.



COMO ERAN EL PUEBLO Y EL FUERTE SANCTI SPIRITUS CONSTRUIDO POR SEBASTIAN GABOTO


El Fuerte Sancti Spiritus es el primer establecimiento del actual territorio argentino…
Academia Nacional de Historia (acta del 12/5/1981)

Llegado al Carcarañá Sebastián Gaboto hizo veinte casas de paja. Las viviendas no estaban juntas sino separadas entre sí pues cada una contaba con sus heredamientos y cortijos para cultivar en ellos la huerta. Las construcciones eran de madera y paja “como en muchas partes de las Indias”, dicen los cronistas.
Después de hacerse de este modo el pueblo de Sancti Spiritus se comenzó a levantar el fuerte, fortaleza o ciudadela. Primero se construyó la cámara de Gaboto con material “harto fuerte”. Las paredes eran de tapias (tierra cernida y apisonada) y los techos de paja. Servía de posada al capitán General y en ella se guardaban todos los bienes de valor de la expedición. Se utilizó también como oratorio. Para preservar ese edificio y otras dependencias militares se cavó un foso que lo cercara, cuya tierra se empleó para elevar un terraplén. Sobre el terraplén se alinearon los troncos talados en los bosques vecinos formando una empalizada. Dentro del cerco así formado se construyeron tres ranchos cuarteles para albergar a la tropa, cuya dotación se calculaba en ochenta hombres. Contigua a la cámara de Gaboto se hizo el almacén o despensa. Esta era una construcción cuadrada en forma de pequeña torre que los expedicionarios llamaban “el cubo”. En el centro del recinto se marcó la plaza de armas con su mástil en el que se izaba la bandera del Emperador Carlos V. Del lado de los ranchos del pueblo estaba la puerta de la fortaleza, hecha de robustos troncos y bien apuntalada, a la que se tenía acceso desde el exterior mediante un puente fijo sobre el foso, también de troncos.
Lo que caracteriza al fuerte fueron las dos torres, que dominaban, una al Carcarañá, y otra, al campo. Las torres eran altas, con armazón de madera y revestidas de groseros adobes para permitir el ascenso sin peligro del guardia que se instalaba en su plataforma superior. Al pie de una de las torres se encontraba la sala de guardia, llamada la “ampolleta” porque allí el oficial de turno cuidaba el reloj de arena, dándolo vuelta periódicamente. Cada torre contaba con un baluarte artillado con pasamuros, versos (especies de culebrinas) y lombardas. A los baluartes se tenía acceso desde el interior y éstos se ubicaban a la altura de la sala de guardia. Cada torre tenía una salida al exterior para caso de emergencia. Para encerrar a los infractores se habían construído calabozos de discutida seguridad. No se habla de sala de armas, razón por la que se estima que éstas estaban depositadas en los ranchos cuarteles. No hay referencias tampoco acerca del pozo de agua; pero se estima existente para los casos de sitio. Tampoco se menciona, el lugar donde funcionaba la santa Bárbara. Entre el pueblo y el fuerte llegaron a vivir más de 210 personas entre europeos y aborígenes.
En la parte exterior de la empalizada había otras instalaciones: la Cruz de los navegantes, sobre las barrancas del río Paraná-Coronda indicadora de la presencia de cristianos en el lugar; un pequeño cementerio donde fueron enterrados los marineros: Mella, Martín Vizcaíno y otros anónimos de la expedición de Sebastián Gaboto y de la de Diego García de Moguer; el astillero y atarazana donde se construyeron canoas, esquifes, barcas un bergantimejo y el bergantín “San Telmo”. (nuestro primer astillero)



LOS ABORIGENES DEL LUGAR


Los indios Timbúes, gente humana, cariñosa y de carácter hospitalario; buena para amiga, pero terrible para enemiga.

Eduarda Mansilla de García.


Grandes naciones o pueblos fueron los chanás, los charrúas y los guaraníes, además de los tobas, guaycurúes, calchaquíes, lules y querandíes. Las naciones que influyeron en esta comarca son las de los chanás, pues los mismos habitaron en la zona del Paraná, y los guaraníes, quienes, no obstante la distancia de sus asientos, recorrían permanentemente nuestras islas y costas más cercanas. Además de los chanás, en el Delta ocupaban apreciables extensiones los beguaes y los chanás-timbús, en el norte los mepenes, y en la zona media los quiloazas, mocoretás, caracarás, timbúes y corondas. Estas tres últimas tribus son las que están más allegadas a nuestra región. De los charrúas citaremos a los yaros, mencionados en la expedición de Gaboto en operaciones de la zona oriental y a los minuanes que vivían en el centro de Entre Ríos con mucha vecindad y concomitancia con nuestras tribus. Sobre todo jugaron un papel muy importante, en nuestra historia los guaraníes que, corno se ha dicho, poblaron en forma nómade las islas y regiones costeras desde el Paraguay hasta el Delta. Los querandíes también tuvieron vecindad con nosotros pues cubrieron una amplia región hasta el río Carcarañá al sur y se mencionan como guías de Francisco César informantes de la existencia de oro a Gaboto.
Este territorio fue muy apetecido por los aborígenes dada la existencia de agua y de alimentos en abundancia. Había sombra y reparo para personas y animales. Su aspecto no era selvático. Cerca de las costas crecían robustos ejemplares de chañar y algarrobo que formaban juntos o mezclados con otras especies, pequeños bosquecillos. Yendo tierra adentro las arboledas desaparecían para dar lugar a la llanura cubierta de pastos y arbustos. En menor medida, dada la paulatina despoblación vegetal, la configuración fitogeográfica no ha variado mucho hasta el presente. Luis Ramírez, el corresponsal de la armada de Gaboto, anotaba sobre esa tierra: “es muy llana, sin arboledas.”
Y ya que hablamos de la documentación gaboteana, surge claramente que la aldea más próxima a la confluencia era la de los timbúes. Su ubicación puede darse sobre la margen izquierda del Carcarañá a poco más o menos un kilómetro de su desembocadura.
La precariedad de sus viviendas justifica la ausencia de señales. Las casas se construían no para durar mucho tiempo. La estructura o armazón era preferida de troncos de madera trabajable como la del sauce, con paredes de paja y barro y techo de paja, al estilo típico de los ranchos que todavía se ven en esas inmediaciones. Cada vivienda tenía sus separaciones y su construcción podía calificarse de prolija, a tal punto que sirvieron de modelo para las primeras habitaciones que levantaron los conquistadores. El hecho de que en muchas moradas hubiesen apartamientos significaba que los timbúes tenían ya formado un concepto ético de la convivencia.
Los poblados generalmente no adquirían gran desarrollo, pero aquel de los timbúes era bastante numeroso a juzgar por la cantidad de caciques o aborígenes principales que residían en la aldea.
En la acusación del fiscal de Su Majestad contra Sebastián Gaboto (Medina del Campo, 4 de febrero de 1532) se menciona a tres mayorales aborígenes llamados Alboir, Oraya y Alcaire y a otro conocido por Yaguarí. Todos estos personajes tenían sus mujeres con quienes convivían, según lo expresan algunos testigos en las declaraciones prestadas con motivo de esta acusación. Es decir, que en la aldea privaba el sentido de la familia, reforzado con la vinculación con otras poblaciones amigas con quienes se entendían perfectamente usando de formas dialectales tomadas de los tres idiomas o dialectos principales, a saber, del chaná, del querandí y del guaraní. Entre los timbúes prevalecían vocablos y giros del querandí. Otros caciques además de los legendarios Siripo y Mangoré, fueron Araya, Elbocán, Mandí y Manibe.
Los pobladores de la aldea timbú tenían gran respeto a un cacique llamado Corondá que dio su nombre a la tribu de los Coronda y que por su jerarquía y fama tenía el tratamiento de gran Señor o Señor Principal; pero los Corondas conformaban otra individualidad. No obstante existían de vez en cuando disputas por las fuentes de abastecimiento, en especial con los caracarás, una de cuyas aldeas más próximas estaba aguas arriba del río Carcarañá, a varios kilómetros del asentamiento timbú.
Los caracarás, sentían un gran respeto por su río, y tanto ellos como los timbúes lo consideraban una creación sobrenatural, pues veían en él la particularidad de exhibir una osadía y empuje que no tenían otras vías acuáticas. Se sentían contagiados de ese poder agresivo y sostenido que hacía al río deslizarse, venciendo los obstáculos de la naturaleza, para poder llegar a su desembocadura, en un esfuerzo para ellos inexplicable.
En definitiva los naturales que ocupan la región eran los los timbúes, caracarás y corondas, aborígenes pámpidos de la nación chaná, permanentemente molestados por los guaraníes que vivían enquistados en su territorio.


LOS 823 DIAS DEL FUERTE SANCTI SPIRITUS


Así transcurrió la vida en el pequeño pueblo, en perfecta paz durante casi dos años y medio. Sancti Spiritus fue, pues, la primera auténtica población de nuestro territorio.

Hugo L. Sylvester
(La increíble historia de Sancti Spiritus)


Al llegar a la desembocadura del río Carcarañá, Gaboto pone en práctica la política practicada por la Serenísima República de Venecia, consistente en negociar antes que pelear.
A través de sus lenguaraces Francisco del Puerto, Enrique Montes y Melchor Ramírez (sobrevivientes de otras expediciones que convivieron con aborígenes y aprendieron sus idiomas) Gaboto concretó reuniones con las distintas tribus del lugar, para dar a conocer su voluntad pacífica, y a su vez lograr información para conocer los caminos a seguir para llegar a la ˝Sierra del Plata˝, siendo Sancti Spiritu el centro de operaciones. Sea por convicción o curiosidad, vinieron a ver al Capitán General delegaciones de aborígenes querandíes, caracarás, baguás, chanás-timbús y timbués que eran los vecinos más cercanos, además de los representantes de las tribus guaraníticas, que andaban derramados por esos lugares como corsarios. La sorpresa y el asombro fue mutuo. Los europeos observaban a esa gente que tenían horadaras las narices en tres partes y las orejas, tanto hombres como mujeres, con llamativas y mínimas vestimentas. Los aborígenes jamás habían imaginado la existencia de seres que se desplazaban en tamañas embarcaciones, que estaban tan bien armados y protegidos para la guerra, que cubrían sus cuerpos con materiales distintos, a los por ellos conocidos, que usaban extraños instrumentos para comer y manipulaban un sin fin de utensillos y curiosidades con mucha habilidad e industria. Los timbúes se mostraban muy entusiastas en colaborar dando sus ideas y consejos acerca de la orientación cardinal de puertas, ventanas y trasmitiendo lo mejor de sus técnicas para levantar las paredes y dar seguridad a los techos contra las inclemencias, especialmente vientos y lluvias.
Comenzó así un intercambio intenso de mercaderías por ambas partes. Los españoles entregaban tijeras, abalorios, anzuelos de alfiler, cristalinas, peines, cuchillos, punzones, cascabeles, mazas, cuñas, hachuelas, leznas y otras pequeñas herramientas y artículos atractivos.
Los aborígenes proporcionaban haces de paja y de mimbre, esteras preparadas y muchos alimentos como venados, gallinetas, patos, miel de camoatí, carpinchos, perdices, pescado molido, iguanas, batatas, jarabes, abatí (maíz), frejoles y otros. También se hacía intercambio para la adquisición de canoas y remos, cera, cierto hilo delgado que los aborígenes fabricaban y pieles.
La convivencia tuvo sus altibajos durante los más de dos años de existencia del Fuerte Sancti Spiritus.
Además de su duro carácter, de sus errores y defectos, Gaboto nunca pudo lograr cohesionar a los integrantes de su expedición. Intrigas, conspiraciones se fueron sumando casi desde la partida de San Lúcar de Barrameda, motivadas quizás por la diferente nacionalidad del Capitán General y el grueso de la tripulación española, en especial de los que habían invertido sus maravedíes en la empresa. También el cambio de rumbo y el trato persuasivo con los aborígenes llevado a cabo por Gaboto, fueron causa de desencuentros, sumado a la inesperada llegada de otra expedición procedente de España, capitaneada por DIEGO GARCIA DE MOGUER. Todas estas circunstancias, sumados a algunos enfrentamientos con los aborígenes, sobre todo con tribus de la nación guaraní en las expediciones por el Paraná al norte, fueron haciendo más difícil la situación. Estando al tanto Gaboto de estas circunstancias encargó al responsable del Fuerte y población, Gregorio Caro, que reforzara las guardias y destechara los ranchos de la fortaleza, mientras Gaboto y García de Moguer llevaban a mejor resguardo las naves más importantes al puerto de las naos. Así el 10 de setiembre de 1529 se produjo el ataque que destruyó la población y la fortaleza, quedando restos del mástil central de metal, una torre o baluarte, parte de la cámara de Gaboto y la Cruz de los Navegantes. Los sobrevivientes saltaron a las barcas y pudieron a duras penas reunirse con Gaboto en el puerto de las naos.
El Capitán dolorido ante la triste noticia, regresó al Fuerte pero sólo encontró desolación. Retornó al puerto de las naos y desde allí a España.

Seguramente en todas estas y otras expediciones, la ambición fue un motor importante, pero es bueno tener presente que Sebastián Gaboto fue uno de los navegantes y cartógrafos más importantes de la época y de la historia de la humanidad. Ya de muy joven acompañó a su padre Juan Gaboto (John Cabot), en el descubrimiento de las costas de Norteamérica. Como descubridor y explorador casi en toda su extensión del río Paraná, en las precarias embarcaciones a vela de la época, que ante la falta de vientos los obligaba muchas veces navegar a la sirga (tirando con sogas desde la costa). Desde Sancti Spiritus realizaron dos viajes hacia el norte alcanzando a navegar por los ríos Paraguay y Bermejo. Los entendidos en navegación fluvial y conocedores del río Paraná, (un verdadero laberinto de islas y riachos cambiantes por las crecidas) saben que haber realizado esa travesía, en esas precarias condiciones, sin ningún conocimiento previo de la región, obviamente sin ninguna cartografía, y con la acechanza permanente de las tribus aborígenes, resultan una hazaña náutica de inestimable valor. Ya de regreso a Europa, desarrollando su vocación de cartógrafo, Sebastián Gaboto realiza en 1544 su famoso y avanzado planisferio que actualmente se encuentra en la Biblioteca Nacional de Francia.


LA VIGENCIA PERMANENTE DE PUERTO GABOTO

Luego de la destrucción de la fortaleza siempre existieron grupos humanos asentados en Puerto Gaboto ya sea en forma de pueblo de aborígenes o hombres blancos.
Diez años después, Juan de Ayolas, integrante de la expedición de Pedro de Mendoza, llega a la zona en busca de alimento y para realizar otra fundación (Corpus Christi, cercana a la actual ciudad de Coronda), y encuentra y recoge a Jerónimo Romero, perteneciente a la expedición gaboteana. Además los vástagos mestizos de las relaciones entre los europeos y las mujeres aborígenes llevadas a cabo en los ranchos de Sancti Spiritus, ya estaban en crecimiento.
En setiembre de 1536, el propio Pedro de Mendoza, luego de haber fundado la primera Buenos Aires, llega a la zona del Carcarañá y en las islas frente a Puerto Gaboto funda un asentamiento que se llamó Puerto de Nuestra Señora de Buena Esperanza.
En 1537 Juan de Salazar funda Asunción.
En 1541, Domingo Martínez de Irala, designado Gobernador de Asunción por Pedro de Mendoza deja una carta enterrada en una calabaza al pie de la Cruz de los Navegantes, dando cuenta de la destrucción de Buenos Aires.
En 1545 llega la famosa expedición proveniente del Perú, llamada “la Gran Entrada˝ al mando de Diego de Rojas, luego continuado por Francisco de Mendoza, quien se sorprende a escuchar que los aborígenes de la desembocadura del Carcarañá hablan español. Recorre los restos del Fuerte Sancti Spiritus, que ya se conocían como La Torre de Gaboto, y desentierra la carta dejada por Irala al pie de la Cruz de los Navegantes. (ver Los Hombres de la Entrada. de Teresa PIOSSEK PREBISCH)
El 18 de setiembre de 1573 Jerónimo Luis de Cabrera, buscando una salida al mar para su mediterránea fundación (la ciudad de Córdoba), funda el puerto de San Luis de Córdoba. Las crónicas de la época señalan fehacientemente la existencia de la aldea timbú en Puerto Gaboto. Estando Cabrera en la zona coincide con el arribo de las tropas de Juan de Garay, procedentes de Asunción, con el fin de realizar una fundación en el lugar donde se encontraba Cabrera. Cabrera desbarató una celada que los timbúes estaban tendiendo para cuando llegara Juan de Garay. El fundador de Córdoba prevaleció en principio sobre el enviado de Asunción y Garay se retiró estratégicamente, antes de llegar a Gaboto, y reclamó legalmente sus derechos de conquista en la zona. Se habían juntado en Puerto Gaboto corrientes de los dos polos de la conquista española: Cabrera del Perú y Garay de Asunción. Garay fue favorecido con la resolución del litigio, pero fundó Santa Fe más al norte.
En 1610-1616 a instancias de Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias) los sacerdotes franciscanos establecen una reducción en el Rincón de Grondona, río Carcarañá de por medio, llamada “San Bartolomé de los Chanaes”, de vida efímera, pues la peste la destruyó en los años anteriores a 1622, Su vecindad con el antigua asentamiento de Sancti Spiritus da tema para citarla y particularmente porque junto con la reducción de “San Lorenzo de los Mocoretás”, primer asentamiento que habría de constituir después la ciudad de San Lorenzo, fueron las primeras reducciones en territorio argentino.
Aproximadamente para 1650, ya los timbúes se encuentra diluidos absorbidos por otras corrientes aborígenes que buscan ubicación y abrigo en el privilegiado rincón formado por el Carcarañá y el Coronda (rivera norte). Las cinco generaciones de mestizos nacidos de mujer india en los primeros tiempos de Gaboto, de Mendoza y posteriores visitantes, algunos de cuyos ejemplares sobrevivían en el lugar, trajeron como consecuencia un llamamiento a los gobernadores coloniales y a los jefes de órdenes religiosas para que allí fuesen a establecerse núcleos aborígenes y consiguientemente sus adoctrinadores. Fue en ese tiempo, en el año 1673 cuando se afincaron en la región los lules
El reinado de los timbúes había terminado. Aquellos naturales, tan ligados a la historia de Gaboto, cumplieron su ciclo y sólo quedaron algunos ejemplares que no representaban ni pálidamente la indomable cohesión de una tribu, sino que actuaba como individualidades representativas de una honrosa tradición.
Junto con los lules mansos se superponían ahora los calchaquí-guaycuráes traídos desde el Bermejo, primeramente por Juan de Garay a Santa Fe y luego trasladados al Carcarañá. Aparte de esos calchaquíes que originariamente se amparaban en las tierras boscosas y anegadizas del centro norte de Santa Fe, llegaron al Carcarañá otros calchaquíes que nada tenían que ver con los santafesinos. Provenían de territorios diaguitas y fueron traídos en muy poco número por el Gobernador Alonso Mercado de Villacorta por vía del sargento mayor Alonso Fernández Montiel. Los pocos ejemplares que sobrevivieron fueron llevados a Puerto Gaboto a la concentración aborigen allí existente. Se creó así un fuerte grupo de cosmopolitismo aborigen, pues aparte de los restos sumamente debilitados de los chanaes que poblaron las márgenes del arroyo de los chanaes (arroyo de Monje y su desembocadura).
La llegada de los lules y colastinés del valle Calchaquí, levantados en el Salado en 1667 se estima ocurrió en 1689, el mismo año en que Romero de Pineda tomó posesión de la real merced concedida en el Pago de los Arroyos a su favor y sobre la cual iban a tener influencia los aborígenes calchaquíes de Gaboto y su estancia se prolongó hasta el siglo siguiente.
Por su parte, el padre Lozano en su "Historia de la Conquista del Paraguay" anota "que en 1711 casi todos los calchaquíes reducidos murieron de peste; salváronse sólo 11 familias que se llevaron al Carcarañá con lo que se formó la reducción de "Los Toldos".
De acuerdo con lo que nos dice el Dr. Gabriel Carrasco en sus "Anales de la ciudad de Rosario" los aborígenes calchaquíes ya estaban establecidos en la margen norte del río Carcarañá, antes de 1689, de modo que la reducción "Los Toldos" vino a ampliar el número de naturales de esta parcialidad.

Los habitantes de Puerto Gaboto de aquel siglo conservaban, tanto aborígenes, como mestizos, criollos y españoles, el vigoroso recuerdo que les traían la presencia de las ruinas del Fuerte de Sancti Spiritus

En 1757, presentes todavía los vestigios de un Fuerte, se erige un cuartel del virreinato.

Los jesuitas tuvieron cierta preferencia por el río Carcarañá al instalarse con una misión en el punto en que ahora se encuentra la localidad de Andino. En ese lugar, dicha orden religiosa creó un establecimiento-misión denominado Estancia San Miguel. Puerto Gaboto fue puerto de entrada de los productos que venían de Misiones destinados a dicha Estancia (yerba mate, principalmente) pues cierto tipo de embarcaciones de carga no podían transitar el río Carcarañá por su escasa navegabilidad y porque había que remontarlo.
La distancia que separaba ambas misiones, unas 10 millas, permitía una relación fácil entre ellas. Sabemos que la Estancia San Miguel fue un emporio fabril jesuítico que irradiaba su influencia tierra adentro y era lugar más apto que la misión de Gaboto, por sus comodidades edilicias para albergar a ilustres visitantes que llegaban allí con fines de investigación paleontológica como el padre Tomás Falkner quien en 1760, a orillas del Carcarañá, halló el primer gliptodonte de que hay noticias. No hemos podido averiguar en qué parte del río encontró los fósiles, pero según declaraciones del propio Falkner "algunos de mis compañeros jesuitas también hallaron en las inmediaciones del río Paraná (debió ser en las inmediaciones del río Coronda o sea en Puerto Gaboto) el esqueleto entero de un yacaré monstruoso y algunas de sus vértebras las alcancé yo a ver" .

El 11 de abril de 1774 en el lugar donde se encuentra Puerto Gaboto, Domingo de Basavilbaso, administrador en la Real Renta de Correos, Postas y Caminos, crea la "Posta Carcarañá".

Los españoles residentes en Puerto Gaboto al clausurarse el siglo XVIII eran muy pocos. La iniciativa para todas las actividades corrían por cuenta de los criollos y los mestizos. Las ocupaciones eran todas de naturaleza autóctona y para desempeñarlas había que estar arraigado, profundamente en la tierra. El elemento nativo se ocupaba de todo y quedaban libradas al extranjero las tareas propias del comercio y de la cultura.
En una palabra, los gaboteros, por su sistema de vida, por su apego al terruño, obedecían a un mandato telúrico y la autoridad del Virreynato les llegaba esporádicamente por vías de dictados administrativos. Eran argentinos, en el sentido nato de la palabra, antes del 25 de mayo de 1810.
Por eso, el primer grito de libertad los tomó tal cuales eran. Los mismos criollos y mestizos que tenían el manejo de la cosa pública siguieron manejándola. Y si no, véanse los funcionarios de las postas que subsisten hasta después del acta de la Independencia. Tomaron conciencia de los hechos acaecidos en la Metrópoli, y en Tucumán y siguieron incorporados al esfuerzo que como Nación ya estaban fraguando de antemano. Decididos, se adhirieron a la campaña de emancipación americana y muchos de ellos se incorporaron al paso de las columnas del General Manuel Belgrano. Quienes no participaron en las luchas armadas fueron entusiastas espectadores de esos hechos, en lo que les tocaba directamente, por estar ubicadas sus viviendas en la arteria principal que conducía a los realistas de Buenos Aires al Paraguay y viceversa.

Otro hecho poco conocido que da a Puerto Gaboto y lo coloca simbólicamente en un centro de atracción nacional se produce el 26 de diciembre de 1851 cuando el Gral. Urquiza, detenido en la localidad a la espera de noticias que le vendrían de Rosario, se dirige a los Gobernadores, en mensaje fechado en "Carcarañá" (nombre de la posta) anunciándoles la capitulación de las huestes rosistas de Serrano y Santa Coloma. Pareciera que aquel mensaje, precursor de la victoria de Caseros y del Congreso General Constituyente que nos diera la Carta Magna hubiese sido formulado allí, en el lugar donde la historia argentina comienza en 1527, en homenaje a quienes desde aquellos lejanos días pusieron el puntal de la patria.

Huelga decir que el siglo XIX fue pujante en su accionar para la secular población santafesina. La vibración no se opera tanto como concentración urbana sino que el ritmo nervioso se advierte en el viejo camino de las carretas.
Comienza una actividad industrial sostenida traducida en los importantes saladeros para la exportación de cueros vacunos y en las graserías para el aprovechamiento de ingentes cantidades de pescado; la pesca misma se reactiva y la caza de las más variadas especies animales provee pieles para la indumentaria. Paralelamente el río toma su importancia y la actividad portuaria que primitivamente recibía el aporte de las jangadas, cuenta ya con su embarcadero de cabotaje y luego la necesidad de enviar los frutos del país al exterior da nacimiento al puerto internacional.

Los que llegan a principios del siglo XVIII atraídos por la curiosidad histórica como Pedro Tuella dejan plasmada la vigencia del lugar en múltiples publicaciones, entre ellas las del nombrado en "El Telégrafo Mercantil" y en sus "Memorias y noticias históricas para servir a la historia antigua de la República Argentina.
Otros historiadores también visitaron Puerto Gaboto en ese siglo y difundieron con sus escritos detalles muy llamativos de la localidad, tales como el Dr. Ramón J. Lassaga, el Dr. Estanislao Zeballos y el señor Félix F. Outes.

A fines del siglo XIX comienza la época de oro portuaria, la construcción de la escuela, la Iglesia, la llegada del ferrocarril y el telégrafo, el afán constructivo de los pobladores, el desenvolvimiento del trabajo y el progreso edilicio.
1875. El puerto de Gaboto comienza a trabajar en gran escala como puerto internacional.
1887. Se crea la escuela Fiscal N˚ 292 Sebastián Gaboto.
1891. Por iniciativa del diputado Lisandro Paganini se le da en nombre definitivo de GABOTO, y comienza el ordenamiento urbano. 1892. Llega el ramal de trocha angosta del ferrocarril que unía Maciel con Puerto Gaboto.
1897. Se construye la Iglesia Nuestra Señora de Luján, de estilo neoclásico.
1922. Se funda el Sebastián Gaboto Fútbol Club (9 de julio), con su divisa rojinegra que divide la camiseta por mitades. Actualmente compite en la Liga Regional Sanlorencina de Fútbol.

En el año 1933 se quemaron las instalaciones del último embarcadero. Su capacidad trasatlántica hizo que los vecinos hicieran sucesivas gestiones para rehabilitarlo, sin ningún resultado. Este hecho marcó una decadencia del antiguo solar.

A través de los siglos la población fue conocida con 19 denominaciones diferentes, lo que quizás le hizo perder identificación, pero a su vez es una demostración de la continuidad como población del pueblo formado por Gaboto:
"Pueblo Sancti Spiritus" seis meses después "Fuerte Sancti Spiritus" y sucesivamente después: "Nuestra Señora de la Buena Esperanza", "Torre de Gaboto", "S. Spirito", "Puerto San Luis de Córdoba", "S. Spiritu", "Gaboto", "Reducción Los Toldos", "Curato Nuestra Señora del Rosario de Calchaquí" (hipótesis), "Calchaquí", "Paso del Carcarañá", "Paso de Los Toldos", "Posta Río Carcarañá", "Rincón de Gaboto", "Puerto Vicente Pérez", "Puerto Gómez" y, finalmente, en forma oficial por decreto del P.E. de la provincia de Santa Fe del 30 de noviembre de 1891, "Gaboto".


LA PRIMERA TRANSMISION RADIAL Y EL MATCH FIRPO-DEMPSEY
SE ESCUCHARON EN PUERTO GABOTO


En 1920 el Jefe de Correos y Telégrafos de Gaboto era un inmigrante catalán amante de las comunicacionnes, y en especial de la radiotelefonía. Egresado en la especialidad radiotelegrafía naval de su país, logró construir un radio receptor para escuchar la única estación del país: Radio Cultura, Estación Palermo, que transmitía desde la Capital Federal. Y se había puesto más eufórico desde aquel memorable momento en que captó la primera transmisión mundial que se efectuó desde Buenos Aires, en la terraza del antiguo teatro Coliseo en el año 1920, por un grupo encabezado por el Dr. Enrique Susini llamados “Los locos de la azotea”. Para iniciar las transmisiones se eligió la ópera Parsifal de Richard Wagner.

Apenas se supo que el match Firpo-Dempsey iba a ser transmitido por radio, algunos habitantes del pueblo se contactaron con el Jefe de Correos y Telégrafos para armar un receptor que le permitiese escuchar el match.
Preparado el aparato y llevado a la casa del vecino Juan Larrateguy, se lo ubicó en el gabinete principal y se hicieron todas las instalaciones accesorias tales como baterías, tierra y una monumental antena receptora realizada por don Carlos Tartaletti. No se escatimó material en esta última para lograr el mayor alcance y nitidez.
Llegó la ansiada fecha y ya desde el anochecer se comenzó a notar la presencia en el pueblo de numerosos vehículos y automóviles que venían de las poblaciones circunvecinas, la mayoría sin que nadie los hubiese invitado pero deseosos de conocer la primicia del resultado de aquel lance. No iba a ser una transmisión con lujo de detalles, simplemente se iban a dar los resultados de cada "round". Sin embargo este anuncio sería suficiente para ir palpitando si nuestro compatriota alcanzaba o no a ceñir la corona de campeón mundial de todos los pesos.
Ya una hora antes del encuentro el altoparlante del radiorreceptor entró en funcionamiento y desde ese momento comenzaron las expectativas. Una gran cantidad de personas se había agolpado frente a la casa y fue menester abrir una ventana, pidiendo silencio, para que todos pudiesen escuchar la transmisión. Técnicamente, el sistema utilizado para irradiar las noticias era algo tortuoso. Intervenía en el país la Transradio Internacional en combinación con la Radio Corporation of America, que por medio de una poderosa estación transmisora en Rocky Point, Long Island, distante setenta millas de Nueva York, emitiría desde el "ring-side" de Polo Grounds.
Los mensajes se enviarían en sistema Morse para ser captados en Buenos Aires. Se trataba de una transmisión radiotelegráfica y no radiotelefónica en ondas cortas y para mayor complicación los radiogramas debían ser redactados en código especial. Iban dirigidos a Radio Sud América que se había reservado los derechos de publicación. El personal de descifradores de Radio Sud América se había ubicado en la estación Radio Cultura Estación Palermo, que era quien a la postre iba a irradiar la noticia. Comenzó el memorable match y la ultra poderosa transmisora de Rocky Point lanzó el mensaje hacia Sud América a una velocidad de ciento ochenta mil millas por segundo, llegando a Buenos Aires en una fracción de minuto. En el acto se hizo la traducción del código y el mensaje listo para ser difundido se pasó por teléfono a Radio Cultura.
La emisora irradió la primera noticia: "21.56 El match está por comenzar" Los oyentes de Puerto Gaboto estaban silenciosos y tensos. Era una espera de minutos que parecían siglos. Llegaban a intervalos otros mensajes que sólo contribuían a aumentar la ansiedad y el suspenso de todos. Por fin llegó el resultado del primer round que los operadores tradujeron precipitadamente: "Primer round empatado". Un murmullo brotó de aquel grupo que ya se habla hecho numeroso y que mantenía la esperanza que el próximo mensaje fuese más alentador. Pocos minutos transcurrieron para que éste llegase; el locutor vaciló un instante antes de propalarlo, con la dada de que el mismo podría estar equivocado: "Dempsey ganó por knock-out en el segundo round". Los oyentes quedaron absortos, demudados, incrédulos. ¿No sería una mala jugada de aquel aparato infernal? Sin embargo, sucesivos mensajes confirmaron la noticia y la gente entristecida comenzó a desparramarse en silencio por las oscuras calles del pueblo. Lástima grande que el locutor no difundió la incidencia cuando nuestro pugilista arrojó al campeón fuera de las cuerdas.
Extraño contrasentido para aquéllos que tuvieron la gracia de escuchar en su mayoría por primera vez, la voz de una de las creaciones más maravillosas del siglo.



LOS GRANDES TEMAS LITERARIOS NACIDOS EN Y DE PUERTO GABOTO


Lo indígena, lo español y lo gauchesco –lo que creíamos muerto en la realidad histórica— sobrevive en las almas, creando la verdadera historia de nuestro país, o sea la conciencia de su cultura.

Ricardo Rojas


Luis Ramírez, el cronista del expedición de Gaboto, que vivió en Sancti Spiritus, tuvo honor de iniciar la literatura rioplatense. No termina ahí la influencia benéfica que han ejercido los hechos ocurridos aquí en la literatura general, trascendidos permanentemente a otras latitudes. Mencionaremos algunos, los más primitivos, sabedores de que sucesos posteriores han servido para llenar muchas páginas histórico-literarias.

LUCIA MIRANDA

El primero que mencionó el episodio cumplido por esta heroína fue el historiador mestizo paraguayo Rui Díaz de Guzmán en su libro “La Argentina”. Lo siguieron, llenando varios siglos de difusión libresca, Nicolás del Techo, Lozano, Guevara, Charlevoix y Funes. Dejando de lado si el suceso fue real o imaginado, lo cierto es que Lucía Miranda perdura a través del tiempo y ha dado lugar a la reproducción de múltiples expresiones literarias en la centuria pasada y en la presente. No puede separarse la tragedia de Lucía con la acción de los caciques Mangoré y Siripo y por eso se mezclan los protagonismos de una y de otros. La primera obra del teatro nacional que conmovió a los argentinos fue precisamente “Siripo” escrita por Manuel José de Labardén en 1789, en el Teatro de la Ranchería (ubicado en la actual esquina de Perú y Alsina, de Bs. As.). Incursionaron en el mismo tema el uruguayo Juan Orejón en 1818, Miguel Ortega en 1864 y Juan María Gutiérrez para reconstruir el original de la pieza perdida en parte. En la novelística el argumento fue tratado por Rosa Guerra, Eduarda Mansilla y Hugo Wast. En 1883 publicada por la Imprenta de “El Mensajero” Aduana 39, Rosario, apareció un poema sobre Lucía escrito por la poetisa Celestina Funes, con prólogo del Dr. Gabriel Carrasco. Finalmente, y esto no agota las menciones ni la bibliografía, en la lírica, la ópera “Siripo” de Felipe Boero y Bayón Herrera, se estrena en el Teatro Colón el 8 de junio de 1937.


LAS CIUDADES DE LOS CESARES

Nació así la más extraordinaria de las leyendas de nuestra historia, la de los Césares, que alentó por espacio de de doscientos años la codicia y la aventura de virreyes, gobernadores, capitanes y soldados.

Antonio Serrano.


Puerto Gaboto es el origen de este mito que ha llenado millares de hojas en la literatura. Nació como lo de Lucía Miranda, en "La Argentina manuscrita" de Rui Díaz de Guzmán. Refiere a la famosa expedición del capitán Francisco Cesar. Su difusión fue tan extraordinaria que terminó creando el mito de las ciudades encantadas del que todavía algunos no logran substraerse. Trataron este asunto, entre otros: Rafael Jijena Sánchez, Silvestre Antonio de Rojas, Tomás Falkner, Ignacio Pinwer, Pedro De Angelis, Leopoldo Lugones, Urbano J. Núñez, Enrique de Gandía, Marisa Sylvester, José Toribio Medina, Antonio de la Torre, Joaquín Ospina, Roberto J. Payró, etc.


MARTIN DEL BARCO CENTENERA Y SU POEMA “LA ARGENTINA”

Fue el primer poeta que cantó a nuestro poblado en su famoso poema de largo aliento que dio nombre a nuestro territorio en el año 1602. Del Barco es sintético y concisa cuando dice que nuestro navegante “entró en el Paraná, dejando fabricada una la torre de Gaboto bien nombrada”. Explica la proximidad de los aborígenes timbúes y querandíes en dos versos: “La torre de Gaboto está cercana / y la gente se llama cherandiana”. Da la ubicación del Fuerte al decir: “A Gaboto de aquí presto se llega / por do el Carcaraná se extiende y riega”. Al río Coronda lo llama “río de Oyolas (Ayolas): Pasando de Gaboto a poco trecho / el río Juan de Oyolas se ha tomado / por él se entró que es río muy estrecho / de vientos y tormentas resguardado”.


ISABEL DE GUEVARA.
SUS CARTAS

A una década del desastre de Sancti Spiritus, Isabel de Guevara está entre nosotros. Dice Enrique Larreta que “la carta de Isabel es para mí la más hermosa página de toda esa abundante literatura soldadesca que nos ha dejado la España de Carlos V y Felipe ll”. Y en esa carta tan preciosa, Isabel en persona desciende en nuestro pueblo de timbúes, alimenta a sus soldados y después de ponerlos buenos con el pescado del Coronda, prosigue su viaje a Asunción.


JUAN DE DIOS MENA
Hijo dilecto de Puerto Gaboto

Amadeo P. Soler, en su libro "Los gloriosos huéspedes de Puerto Gaboto", incluye entre los huéspedes ilustres de la época del descubrimiento y la conquista a Núñez de Balboa, Pedro de Mendoza, Martínez de Irala y entre los hijos “gloriosos” a Juan de Dios Mena. El autor aporta datos sobre la infancia de Mena (poeta, pintor, escultor… y gaucho), glosando una hermosa poesía titulada “Recuerdos” y rememora con ternura el desprendimiento del poeta del antiguo pueblo, cuando era “un mozo chacotón y alegre” que trabajaba en el almacén de Juan Larretegui, un vecino que se nos pierde en las sombras de ese tiempo como la misma infancia de Mena. Esa poesía, publicada en el Boletín de El Fogón de los Arrieros en abril de 1954, en homenaje al artista fallecido en esa fecha, aporta datos transfigurados por el verso:

Era un rancho de barro, con el techo de paja,
de tijeras muy rústicas y de cumbrera baja.
Había un algarrobo que al patio daba sombra...


ALFREDO VEIRAVE, Juan de Dios Mena, Ediciones Paralelo 32, 1983.



Fue poeta, pintor, escultor... y gaucho. Nació en Puerto Gaboto en 1897 en algún rancho del poblado. Su permanencia fue fugaz y formativa, suficiente para forjaralgunos hechos y recuerdos (reflejados precisamente en su libro “Recuerdos)”, luego pasó por Rosario y Buenos Aires, pero adoptó el Chaco como residencia, donde desarrolló su obra escultórica y poética. Participó activamente del incipiente grupo de intelectuales y artistas de la sociedad chaqueña entre las décadas de 1930 y 1950 y constituyó el germen de El Fogón de los Arrieros, convirtiéndose en el "Capataz" de esta mítica institución de trascendencia internacional.
Pintor y escultor, pintaba y esculpía en su poesía. Sigue con las pinceladas de su rancho y burilando a punta de cuchillo en la madera blanda de sus sentimientos. Fue autodidacta y creó una galería de tipos humanos del mundo rural y de pequeños poblados del interior argentino, que fueron expuestos en Capital Federal y en distintas ciudades del interior del país a lo largo de sus veinte años de producción, para luego de su muerte recorrer las principales capitales de Europa y Nueva York. Sus Cristos se cuentan en las colecciones del gran Pablo Picasso en España, y en el Museo “L’Heritage” de Leningrado.
Por causa de una enfermedad, Mena murió en 1954 en la ciudad de Rosario, habiendo dejado una notable obra de poesía nativista y una producción escultórica cercana a las 500 tallas de madera, especialmente de curupí. Su galería de tipos humanos, supera lo anecdótico y circunstancial, para convertirse en una visión de mundo y en un ejemplo de maestría técnica conjugado con una concepción escultórica que hace caso omiso a la cuestión de escala. La originalidad de su obra lo consagra como una de las figuras artísticas más singulares del arte del interior argentino.


GLORIOSOS HUESPEDES DE PUERTO GABOTO

De los integrantes de la expedición de Gaboto destacamos además del fabuloso Francisco César a un personaje muy particular, pero en este caso destacado por su intelectualidad: ALONSO DE SANTA CRUZ. Integró la expedición con el cargo de Veedor de la nave Santa María del Espinar. Era un joven (20 años) muy ilustrado, ya que cursó estudios desde los 5 años en la Universidad de Salamanca. Por problemas de salud estuvo siempre en Sancti Spiritus. Sebastián Gaboto le dio la tarea de concentrar la información recogida en sus apuntes cartográficos y Santa Cruz comenzó a desarrollar su vocación de cosmográfo produciendo cantidad de croquis, mapas y planos. En sus trabajos fija nombres como el de Ypitin al río Bermejo y cuenta leguas para dar ubicación a ríos, lugares, islas y poblaciones de aborígenes. Su vida se deslizó en el Carcarañá, apaciblemente, rodeado de un ambiente pródigo para sus pacientes trabajos y elucubraciones. Ya de regreso a España en 1536 obtuvo la plaza de cosmógrafo de la Casa de Contratación de Sevilla. Fue el primero en trazar cartas esféricas por el sistema de proyecciones polares equidistantes (1540) según acredita en su “Libro de las longitudes”. Trazó numerosos mapas y dejó otras notables obras como el “Libro de Astronomía”, “Crónica del Emperador Carlos V”, etc. Con toda la fuerza de nuestro corazón lo elevamos a la consideración de todos los argentinos para que sepan que Alonso de Santa Cruz fue uno de los primeros que atribuyó a los territorios de España -nuestros territorios por herencia- un minúsculo punto al oriente del puerto de San Julián y a la altura del paralelo 51, que representa las irredentas islas Malvinas, en su maravillosa obra “Islario General” publicada en 1542.

A través de los siglos gloriosos huéspedes pasaron por Puerto Gaboto como Martín del Barco Centenera, Francisco de Godoy, Félix de Azara, Charles Darwin, Justo José de Urquiza, Ramón J. Lassaga, Félix Outes, Gabriel Carrasco, Estanislao Zeballos, Pedro Tuella, Hugo Wast, Lisandro de la Torre, Hugo L. Sylvester, Leonidas Gambartes, Carlos Sylvestre Begnis, etc. Resulta curioso que la cuna de la Argentina no halla sido visitada aún por ningún Presidente de la Nación.


(Texto basado en los estudios y publicaciones del historiador Amadeo P. Soler)

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