lunes, 9 de junio de 2008

LEONIDAS GAMBARTES (el pintor del barrio indiano)

De vez en cuando algún artista se arrima a Puerto Gaboto porque le han dicho que encontrará allí motivos para su inspiración. Es probable que los encuentre.
Las cosas han cambiado algo desde hace medio siglo a esta parte y sólo va quedando el paisaje; un paisaje que todavía es natural porque la mano del hombre no lo ha contaminado con la tecnología de sus realizaciones fabriles o arquitectónicas.
El río manso y las islas al descubierto dan amplitud a la representación, adornada por un cielo transparente en días diáfanos y con oscuridad de brujas en las jornadas tormentosas. De las noches de luna ni qué hablar; basta sólo verlas.
Silencio, gritos de pájaros, murmullo de insectos, y la dulce monotonía de un abandono total en las márgenes, son propicios para la meditación, el relajamiento y la poesía.
Hay temas para todos los que quieran buscarlos y sepan encontrarlos. Hasta el pasado indígena sobrevive allí en cualquier rincón de la costa.
Haremos hincapié en ese pasado que al decir de Julio Payró asume carácter de exotismo frente al progreso y cuyos rastros parecen estar casi borrados de estas latitudes. Nos detendremos en él para hacer resaltar que todavía se alcanzan a vislumbrar en Puerto Gaboto algunos destellos del destino del indio, de las fuerzas telúricas, de las supersticiones…

Hace medio siglo, cuando Leónidas Gambartes comenzó a ser glorioso huésped de Puerto Gaboto y se asomó acompañado por su amigo Octavio Piedrabuena (Don Piedrita) al alucinante rancherío del barrio indiano vio ampliado su horizonte en la temática indígena que le venía acuciando, y nos atrevemos a pensar que ese contacto, ese conocimiento, con la vida natural de aquellos pobladores, tuvo su dosis de influencia en la obra del artista.
Es que aquello era algo distinto a lo que nos cuenta Roger Plá acerca de la atracción que ejerció sobre Gambartes en sus vagabundeos por los aledaños de la ciudad la gente que habita en los rancheríos dispersos de las barrancas, y a los que el habitante del municipio llama despectivamente “la negrada”.
El rancherío rosarino era diferente que el de Puerto Gaboto, pues el de la urbe tenía una composición distinta en materia de tipos, personajes y arquitectura. Mientras la ranchada ciudadana sufría la influencia industrial y se encaminaba a la formación de villas miseria y era refugio de elementos humanos de distintas categorías morales; el barrio indiano de Puerto Gaboto se mantenía incontaminado. No era “negrada” la gente que habitaba los ranchos, sino el “indígena” que Gambartes descubrió en los rancheríos y de los cuales tomó muchos de sus enfoques.
Magistralmente Roger Plá escribe que “le interesaban especialmente de un modo poderoso, casi obsesionante, ciertos tipos. Y es que en estos tipos, lejanos descendientes de quién sabe qué remotos mestizajes, perduraban tenazmente en sus mitos deformados, en la superstición popular, sus misteriosas perplejidades, su asombro casi religioso, los restos sobrevivientes de aquellas razas indígenas que, aparentemente desaparecidas, surgen de pronto en los ojos alucinados de un niño moreno!…” (1)

Con estas palabras rescatamos para Puerto Gaboto, sino todo un escenario, por lo menos un auténtico proscenio desde donde el artista pudo ver las cosas que le quedaron grabadas para siempre en la mente y luego formaron parte de las profundidades de su inspirapión.

Don Piedrita fue su cicerone y Gambartes, se contagió con la forma primitiva de los apodos, única manera de distinguir a las personas, en un tiempo, en Puerto Gaboto, poniéndole ese nombre al retrato a su estilo que hiciera de su amigo Octavio Piedrabuena (2).

Había mucho para ver sin necesidad de ser un espíritu inquisidor. Desde el laberíntico dédalo del barrio indiano, inocente, pacífico y cordial hasta la recatada intimidad de los ranchos, encuyo interior se levantaban los verdaderos altares de una fe indígena incomprensible para los foráneos. Verdaderos y modestos altares, donde imágenes confundidas con fetiches recibían, en un rincón, brevemente, sin aparato, la luz escasa y titilante de una mariposera alimentada con aceite de pescado y el homenaje de alguna flor de mburucuyá representando el divino martirio. Muestras y más muestras de la existencia de supersticiones venidas desde lo más alto del río Paraná y del Paraguay eran evidencia en los objetos que allí se conservaban con un sentido religioso. Y en las conversaciones: historias de brujos y hechiceros, de curas milagrosas con la palabra y la flora, de animales fantásticos que surgían del río, de la luz mala, de la llorona, de la “viuda” y del temido lobisón para asustar a lo chicos y a los grandes, de las cruces en las barrancas, de la milagrosa agua de socorro, de serpientes venenosas cuya ponzoña sucumbía a la sola presentación de una señal de la cruz, de boas inmensas convertidas en dioses mitológicos, de animales convivientes y extraños, de perros agoreros, etc., etc..
Y en algún rincón de esa intimidad bien guardada, los payés (3) simbólicamente representados por Gambartes: payés de amor con virtudes irresistibles hechos con las milagrosas plumas del caburé y las piedritas diamantinas de sus nidos, payés del sapo para paliar o curar radicalmente las más recónditas dolencias o deficiencias orgánicas, o los gran payés compuestos por los elementos más fascinantes de la nigromancia.
Volvamos a Roger Plá, quien nos informa que “Gambartes no viajó ni siquiera al norte; no se movió de Rosario”. Por eso advertimos que su fuente no puede ser otra que las ranchadas de Rosario, de Puerto Gaboto o alguna otra ribereña de por aquí cerca.
Los personajes mágicos con formas de hombres y caras de ave de rapiña, rodeados de trazos y dibujos jeroglíficos son el trasunto de las lechuzas y lechuzones que poblaban las barrancas o del caburé que todavía en la década del 30 solía visitar los árboles coposos de Puerto Gaboto, para hacer su cosecha de muerte y de orgía entre la fauna alada.
No olvidó a los vecinos de don Piedrita, que vivían de la caza y de la pesca, y los pintó con la forma indígena de cazadores a medio vestir portadores de flechas estilizadas.
Pintó muchos otros personajes, figuras o formas mágicas e hizo la representación del mago, que a nuestro juicio no es gabotera. Esta personalidad debe haber surgido de alguna ranchada rosarina, urbana y abundante, donde el taumaturgo, convencido de sus poderes o de su superchería, podía hacer su agosto y sus representaciones. De ahí Gambartes se hunde en el fondo de los brujos antecesores para formular su imagen cabalística.
Encontramos además alguna influencia de los tiempos de la conquista en la cabeza de un gato. No es un felino común, sino que adivinamos en él el substractum de los gatos monteses que poblaron nuestras islas recientemente o yendo más allá en el tiempo, de los onzas, tan temibles, que infundieron terror a los pobladores de Sancti Spiritus, según sus propias declaraciones.
Recurrimos de nuevo a uno de sus críticos: J. M. Taverna Irigoyen, quien señala:
“En su energía creadora, el fervor de Gambartes por dar cuerpo plástico a ese destino de América, lo lleva a no encerrarse en la fortaleza que constituyen las formas. Lo que más le conmueve, al fin, no es la forma como resultado, sino inscribir las huellas del proceso que le ha dado origen. Como un verdadero geólogo, trata entonces de que en sus telas se vayan dando en maravillosa secuencia, algo así como los diversos tiempos de los estratos terrestres”. (4)
Y pinta fósiles y formas fósiles en un decidido homenaje al río Carcarañá, que es decir Puerto Gaboto, pues allí Charles Darwin encontró sus mastodontes y el diente de texodón y William Falkner desenterró en Andino su famoso megaterio.
Pero lo que más lo acerca a la primera fundación española en el Río de la Plata es su mapa telúrico, donde representa la ubicación de una vida animal y vegetal con rasgos de delirio, emulando al primer mapa telúrico confeccionado por Sebastián Gaboto, después de su regreso de Sancti Spiritus, donde aparece en primer plano el tigre de América, el yaguareté.

La gente que vino con Gaboto nos dejó la historia de su descubrimiento en el lenguaje antiguo, que exige la presencia del paleógrafo para descifrarlo. Gambartes hizo algo distinto: nos legó en la fácil comprensión del lenguaje plástico, el reverdecimiento indígena, tomado de la misma fuente más de cuatro siglos después. Esa es la luz de que nos habla Manuel Mujica Lainez. Pero no tuvo tiempo, antes de dejarnos para siempre, de preparar un criptógrafo para descubrir el significado de ciertos jeroglíficos que campean en sus telas, cuya resolución dejó reservada a algún brujo de alguna tribu gabotera. Ese es su misterio, nuestro misterio...


NOTAS

(1) Plá, Roger: “Gambartes” Ediciones Galería Bonino. Buenos Aires, 1954.

(2) Soler, Amadeo P.: “Los 823 días del Fuerte Sancti Spiritus”. Rosario, 1981, pág. 8.

(3) Misteriosos escapularios hechos con dos tiras de género, cosido en forína de bolsita, con teniendo reliquias, amuletos, partículas varias, etc., con poderes sobrenaturales, para colgar en el cuello. Gambartes idealizaba la representación de su contenido.

(4) Taverna Irigoyen, J. M.: “Gambartes y la problemática del Arte Americano”, en “La Capital” Rosario, 9 de julio 1966.

AMADEO P. SOLER
Los Gloriosos Huéspedes de Puerto Gaboto. 1983

La vigencia permanente de Puerto Gaboto

Luego de la destrucción de la fortaleza siempre existieron grupos humanos asentados en Puerto Gaboto ya sea en forma de pueblo de aborígenes o hombres blancos.
Diez años después, Juan de Ayolas, integrante de la expedición de Pedro de Mendoza, llega a la zona en busca de alimento y para realizar otra fundación (Corpus Christi, cercana a la actual ciudad de Coronda), y encuentra y recoge a Jerónimo Romero, perteneciente a la expedición gaboteana. Además los vástagos mestizos de las relaciones entre los europeos y las mujeres aborígenes llevadas a cabo en los ranchos de Sancti Spiritus, ya estaban en crecimiento.
En setiembre de 1536, el propio Pedro de Mendoza, luego de haber fundado la primera Buenos Aires, llega a la zona del Carcarañá y en las islas frente a Puerto Gaboto funda un asentamiento que se llamó Puerto de Nuestra Señora de Buena Esperanza.
En 1537 Juan de Salazar funda Asunción.
En 1541, Domingo Martínez de Irala, designado Gobernador de Asunción por Pedro de Mendoza deja una carta enterrada en una calabaza al pie de la Cruz de los Navegantes, dando cuenta de la destrucción de Buenos Aires.

LOS 19 NOMBRES DE PUERTO GABOTO

1) Pueblo Sancti Spiritus
2) Fuerte de Sancti Spiritus
3) Torre de Gaboto
4) Mástil de Gaboto
5) Puerto Nuestra Señora de la Buena Esperanza
6) Fuerte de Gaboto
7) Rincón de Gaboto
8) Reducción y Paso de los Toldos
9) Capilla de la Concepción
10) Curato Ntra. Señora del Rosario de Calchaquí
11) Calchaquí
12) Paso del Carcarañá
13) Posta Río Carcarañá
14) Parada del Carcarañá
15) Carcarañá o Carcarañal
16) Puerto Vicente Pérez
17) Puerto Gómez
18) Gaboto
19) Puerto Gaboto


La falta de continuidad del nombre original “Sancti Spiritus” por los sucesivos cambios sufridos posteriormente, deja la impresión que la creación de GABOTO no fue permanente. Sin embargo, demostramos que el poblado tuvo vigencia continua, ya sea como pueblo de indios o pueblo de cristianos, lo que la hace el núcleo poblado viviente más antiguo en el cono sud del Continente Americano.


EXPLICACION DE LOS CAMBIOS DE NOMBRE


1) Pueblo Sancti Spiritus

“...e hicimos asiento en un riachuelo que se dice el Carcarañá que se hizo un pueblo de hasta veinte casas de paja o se puso nombre Sancti Spiritus...” (9 de junio de 1527). Información sumaria levantada por SEBASTIAN GABOTO. En numerosos mapas y publicaciones aparece la mención de Santa Spíritu, S. Spirito, Sant Espíritu, Espíritu Santo, lo que es un motivo de confusión.


2) Fuerte de Sancti Spiritus

“pido que declaren si es verdad, que vista la entrada que se quería hacer por la tierra fue acordado que era bien que primero se hiciese una fortaleza de tapias en que quedase asegurada la hacienda de Su Majestad e armadores...” (Información Sumaria levantada por SEBASTIAN GABOTO el 12 de octubre de 1529). LUIS RAMIREZ, en su carta dirigida a su padre dice que “hallarnos que el Capitán General había hecho su asiento y una fortaleza harto fuerte para en la tierra” (15 de setiembre de 1527, llegada de RAMIREZ desde San Lázaro). Desde esa fecha en la documentación ya no se menciona la palabra pueblo sino fuerte.


3) Torre de Gaboto

Destruido el Fuerte quedaron como testigos las torres y el mástil de la plaza de Armas. Sobresalía una de las torres que había quedado casi intacta. De ahí que el lugar se le comienza a llamar “Torre de Gaboto”. BARCO DE CENTENERA en su poema “La Argentina” dice “a do está de Gaboto la Gran Torre / por do el Carcarañá se extiende y corre”. El nombre se popularizó.


4) Mástil de Gaboto

Algunos de los visitantes ocasionales del lugar lo distinguieron por el Mástil de la plaza de Armas. (La expedición de FRANCISCO DE MENDOZA, 1546, lo menciona).


5) Puerto Nuestra Señora de la Buena Esperanza

El discutido asiento del puerto de Nuestra Señora de la Buena Esperanza fundado por PEDRO DE MENDOZA sustituyó temporariamente el nombre de Sancti Spiritus en las menciones geográficas. Se dice que Buena Esperanza estuvo cerca de la desembocadura del Carcarañá. En el informe del 7/10/1980 aprobando una referencia del Contraalmirante DESTEFANI y suscrito por los doctores ENRIQUE DE GANDIA y VICTOR TAU ANZOATEGUI se expresa que “en setiembre de 1536 don PEDRO DE MENDOZA fundó el Fuerte de Nuestra Señora de la Buena Esperanza, posiblemente en el mismo sitio en que se había fundado Sancti Spiritus” (1536-1540).


6) Fuerte de Gaboto

RUI DIAZ DE GUZMAN, a lo largo de su libro “La Argentina” menciona a cada rato al “Fuerte de Gaboto” como sustitutivo de Sancti Spiritus, aunque no abandona esta última designación.


7) Rincón de Gaboto

El Rincón de Gaboto toma difusión en escritos diversos y en mapas dándole amplitud a la boca del Carcarañá y comprendiendo todo el territorio incluido entre el Arroyo del Monje o de los Chanaes, río Coronda y río Carcarañá.


8) Reducción y Paso de los Toldos

Al instalase algunas reducciones de indios se olvidaron los nombres tradicionales para designar a los grupos reducidos. Por ejemplo, cuando se trajeron en los años 1710/11 los restos de una tribu calchaquí diezmada por la peste se le puso al lugar la denominación de Reducción de Los Toldos.


9) Capilla de la Concepción

Con motivo del problema suscitado por el envío desde Rosario de una imagen de Nuestra Señora de la Concepción, en lugar de la de Nuestra Señora del Rosario que reclamaban los calchaquíes, según don WLADIMIR MIKIELIEVICH, la capilla tomó el nombre de esta Virgen.


10) Curato Ntra. Sra. del Rosario de Calchaquí

Al incrementarse el número de reducidos con otros contingentes se creó un curato distinguido como “curato Nuestra Señora del Rosario de Calchaquí”. De sede discutida, CERVERA se inclina por la de Puerto Gaboto.


11) Calchaquí

Consolidados los calchaquíes en Puerto Gaboto, le quedó el nombre de “Calchaquí” a la localidad, lo que duró muchos años (1711-1769).


12) Paso del Carcarañá

Paso del Carcarañá fue el nombre tradicional que se le dio al lugar donde se vadeaba o bandeaba el río Carcarañá en la ruta al Paraguay.


13) Posta Río Carcarañá

El 11 de abril de 1774 se creó la posta Río Carcarañá ubicada no en el paso sino en el núcleo poblacional existente en la confluencia de este río con el Coronda. Empieza a figurar así en la nomenclatura oficial postal.


14) Parada del Carcarañá

El 20 de julio de 1774 vista la necesidad de que en el paso hubiese una parada, se creó una repitiendo el nombre del río.


15) Carcarañá o Carcarañal

Se generaliza el sustantivo propio de Carcarañá para denominar al pueblo asentado sobre el río, en la desembocadura, lo que ha dado lugar a muchas confusiones, Sin embargo la mención en documentos oficiales, Carcarañá o Carcarañal, es muy profusa.


16) Puerto Vicente Pérez

De poca vigencia, el puerto VICENTE PEREZ, es mencionado por JOSE TORIBIO MEDINA en “El veneciano SEBASTIAN GABOTO al servicio de España”, Tomo I, Santiago de Chile, 1813, pág. 161, tomado de una referencia de FELIX OUTES. En efecto hubo un embarcadero con este nombre a poca distancia de Puerto Gaboto al Sud.


17) Puerto Gómez

Tomó posteriormente la mención de Puerto Gómez un embarcadero donado por el señor MATIAS GOMEZ. Su mención es repetida en las noticias de la época (diario “La Capital”) y en el cementerio localidad hay todavía algunas lápidas con inscripciones de difuntos nacidos o muertos en Puerto Gómez.

18) Gaboto

Por fin en 1891 se hizo justicia por ley designando a la localidad, y creando la Comuna con el nombre de Gaboto.


19) Puerto Gaboto

Sin embargo, el nombre que ha prevalecido sobre todos es el de Puerto Gaboto. No es un nombre oficial sino que lo tomó de su puerto fluvial desde siempre y más aún del período en que fue puerto de ultramar.